viernes, 25 de diciembre de 2009

La calidad de un sistema educativo ¿tiene como techo la calidad de sus docentes?





Conferencia sobre Educación y creatividad dada por Sir Ken Robinson

El informe McKinsey al menos así lo afirma. Este informe es el resultado de una investigación llevada a cabo por McKinsey & Company entre mayo de 2006 y marzo de 2007. Su objetivo ha sido comprender por qué los sistemas educativos con más alto nivel del mundo alcanzan resultados mucho mejores que la mayoría de los demás, y por qué ciertas reformas educativas tienen tanto éxito, cuando muchas otras no logran su cometido.

Sus conclusiones son claras y se resumen en tres aspectos básicos que hacen que los diez países con mejores resultados en las pruebas PISA estén logrando éxitos académicos muy por encima del resto de estados que, aún invirtiendo más en educación, seguimos muy por debajo de la media. Estos tres aspectos básicos son:

    - Conseguir a las personas más aptas para ejercer la docencia

    - Desarrollar y formar a estas personas hasta convertirlas en instructores

eficientes

- Garantizar que el sistema sea capaz de brindar la mejor instrucción posible a todos los niños y niñas

¿Por qué el sistema educativo español no termina de arrancar? ¿Por qué seguimos engrosando las filas del fracaso educativo en Europa? No se trata de mayor inversión. Algunos de los Países que ya nos han superado como Singapur o Corea del Sur invierten en proporción bastante menos que España en educación. Es evidente que nuestras distintas Administraciones no han sabido conjugar las prácticas de política educativa que están teniendo éxito en muchos países del mundo. Nosotros seguimos a lo nuestro. Todas las grandes leyes educativas han estado y siguen estando basados en principios ya desfasados en Europa y apoyados por pedagogos de la Universidad española que no parecen tener mucha difusión más allá de los Pirineos. Ramón Flecha lleva años denunciando este hecho y lleva toda la razón. ¿Por qué sencillamente no terminamos de aplicar en nuestro País aquello que está dando resultados positivos en otras partes?

Los Institutos de Secundaria españoles funcionan como auténticas islas sin una línea de actuación pedagógica homogénea. Existen tantos proyectos educativos como centros podemos sumar en nuestra geografía. Y lo que es peor. Incluso dentro de cada centro educativo, cada docente funciona de manera autónoma, salvando honrosas excepciones. La metodología y los modelos de organización del aula parecen estar inspirados en el “a mi me va bien” ignorando que como profesionales de la docencia deberíamos estar informados de qué prácticas realmente son las que están dando buenos resultados. No deja de ser paradójico que mientras cualquier médico del mundo tiene claros los protocolos de actuación, los docentes seguimos impartiendo las mismas clases que recibimos en nuestra adolescencia. Terminamos perpetuando los modelos de enseñanza que en su momento valían a la hora de educar. Y creemos que no existen otras formas de educar. Entre otras cosas por que nuestra administración no lleva a cabo el segundo de los principios del Informe antes referido: formar a los educadores hasta convertirlos en instructores eficaces y operativos según lo que la comunidad científica internacional en materia de educación nos dice que deberíamos de poner en práctica. España sigue siendo diferente. Es así.

Los centros de secundaria, en su mayor parte, siguen funcionando como Academias en las que cuando uno ingresa, se le da su horario, la distribución de grupos y clases, y a empezar. No hay consignas. No existen en su mayor parte líneas de actuación homogéneas. No hay una filosofía de trabajo clara.

Comunidades de Aprendizaje simplemente (ahí es nada) pone en práctica y recoge todo aquello que la comunidad científica dice que constituyen buenos modelos educativos. Trata de homogeneizar las líneas maestras de intervención, basadas en una escuela inclusiva, democrática y participativa, que incorpora a toda la comunidad educativa en sus aulas y en sus espacios de decisión.

Estos principios alcanzan el espacio más íntimo, el aula, donde se establecen las metodologías y modelos de organización que están teniendo éxito en todos los países en los que el sistema educativo ha alcanzado niveles de excelencia. ¿Por qué en nuestras aulas no seguimos estos consejos? ¿Por qué los centros educativos españoles siguen funcionando sobre la marcha, cada uno de manera completamente distinta, parcheando los problemas que van surgiendo y basándose en la buena voluntad de los docentes que los integran?

El sistema educativo español es un fracaso, en parte, por la nula formación de sus docentes y por el inexistente consenso sobre qué prácticas educativas y qué modelos de organización son los que deberían imperar en todos los centros educativos. A nuestras aulas siguen llegando universitarios recién aterrizados de las facultades, que no han tenido formación alguna. Y claro, todos acabamos repitiendo aquellos que hemos visto, perpetuando modelos del siglo XX para una sociedad del XXI que nada tiene que ver con los que nosotros vivimos. Y la culpa no es de los compañeros y compañeras que el sistema les permite acceder, sino de la Administración que debería reglar la entrada de profesionales.

Entiendo que cualquier licenciado está preparado para impartir el currículum de secundaria. No es pues un problema de nivel académico. Ahora bien, la pregunta es ¿todo licenciado tiene cualidades para ser docente? La respuesta es clara y nítida: no. Todos los que nos dedicamos a esta profesión tenemos compañeros que sencillamente no deberían trabajar con adolescentes. Carecen de cualidades y aptitudes. No tienen capacidad trasnmisiva ni empatía. Adolecen de paciencia y de entrega. Los que además nos dedicamos a la Dirección tenemos muy claro que compañeros pueden ser “magníficos tutores o tutoras” frente a aquellos otros que sabemos no están preparados para esta función. ¿Por qué entonces nuestros institutos tienen profesionales que carecen de las aptitudes necesarias?

Finlandia, Singapur, Corea del Sur y los países “top ten” en PISA seleccionan a sus futuros candidatos a través de pruebas psicológicas en las que un equipo de profesionales miden estas capacidades. Y aquellas personas no aptas son descartadas. Así de claro. El que no vale para trabajar con adolescentes o niños, no debe estar trabajando en los centros.

Además, en estos países una vez seleccionadas las personas por su perfil de docente adecuado, pasan por un período de dos años de “auténtica formación”. En este período los futuros docentes reciben una instrucción seria y homogénea, basada en los principios metodológicos que constituyen garantía de éxito educativo. No estamos hablando de nuestro “vergonzoso” CAP que ahora se ha transformado en “Master en educación” y que por lo que parece, puede ser otra nueva gran oportunidad perdida. Más de lo mismo. Pues nada, erre que erre.

Y para terminar, los docentes así formados son tutorizados de la mano de profesores o profesoras con experiencia ya consolidada que los van guiando en su primer año en un centro educativo. Algo parecido a lo que un médico MIR recibe en sus años de residencia hospitalaria.

Ahora pensemos en nuestro modelo. Un estudiante avezado hace el CAP (ahora el master) en sus últimos años de universidad. Se presenta a unas oposiciones y las saca (esto sigue ocurriendo). Pasa su primer año de prácticas en un IES en el que es uno más. El jefe/a de estudios le da su nuevo horario y el compañero abre la puerta de su aula, entra, y a dar clases. ¿Es un disparate? ¿Se puede desprestigiar más una profesión fundamental para el desarrollo de un País? ¿En qué otra esfera profesional ocurre esto?

Eso si, el debate español sobre la educación sigue siendo muy “interesante”. Seguimos debatiendo Religión si, religión no, y Educación para la ciudadanía en español o en inglés. ¿Será que tenemos lo que nos merecemos? Nuestros niños y adolescentes seguro que no. Ellos se merecen todo.



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